miércoles, 16 de enero de 2013

Capítulo 37.


(Justin)
Como el parque era enorme y no la iba a encontrar, decidí esconderme cerca de la casa y salir detrás de ella.
Esperé allí unos largos diez minutos hasta que la vi salir con una mochila. Se dirigía rápidamente a la estación de tren.
La seguí con un espacio de unos cinco metros y sigiloso.
Saqué algo de dinero y me compré un billete para el tren.
Corrí detrás de ella esquivando a la gente.
Me metí por otra puerta del tren para no cruzarmela, Me tapé un poco con la capucha para que no me reconocieran y esperé a mi parada.
Todo el mundo empezó a salir y yo intenté no perderle de vista.
Pasé por un grupo de turistas y vi que la tenía al lado, se giró y rápidamente me puse tras un señor gordo que comía pipas.
Estuve a punto de ser descubierto.
Me apresuré de nuevo tras ella y salimos por fin de la estación.
Nos encaminamos al parque.
Todo era precioso y por ahora no me había reconocido nadie.
Empezó a acelerar la marcha y yo a la vez. Entró al parque y se sentó en un banco cerca de una preciosa fuente. Di la vuelta para sorprenderla, pero para no ser tan descarado esperé diez minutos para salir.
(Claudia)
Esperé allí sentada, ya habían pasado cinco minutos, esto se me haría eterno, haber porque no le dije un sitio concreto. Me gusta lo difícil pero tampoco tanto. Que tonta soy.
Saqué el movil y vi si Jorsh me había hablado o algo. Pero nada de nada.
Me levanté para estirar las piernas cuando un chico se chocó con migo y me tiró al suelo.
-¡Eh mas cuidado!- grité sacudiéndome.
-Lo siento- dijo el chico levantándome.
Miré hacia arriba y lo vi. Era el chico del avión. Con su pelo rubio y esos ojos hipnotizadores.
-Espera tu eres la chica del avión ¿verdad?- dijo el sonriendo.
-Si, siento hablarte así yo...-dije nerviosa.
-No pasa nada, tranquila- dijo volviendo a sonreír.
-¡Vamos Mickelo!- gritó una chica muy mona vestida de chándal.
-Bueno me tengo que ir, lo siento otra vez- dijo.
-Adiós- dije.
Se despidió con la mano y se alejó corriendo de allí.
Me volví a sentar en el banco y crucé las piernas. Espero que no le falte mucho, pensé.
(Justin)
Me quedé allí observando la situación. Parecía que se conocían. Por un momento sentí una especie de remordimiento y un impulso horrible de acercarme y llevármela, la quería para mi SOLO.
Pero una voz le salvó y se marchó corriendo dejando a mi chica sola.
Me acerqué cuidadosamente y le tapé los ojos.
Me acerqué a su oído y le susurré.
-Tu eres aquella chica de la playa a la que le encantaba mojar sus pies en el agua- dije sonriendo.
Noté como sonreía.
-Justin- dijo con una voz melancólica que llenaba mis oídos de dulzura.
Le quité las manos y le sonreí.
-Muy bien princesa ¿donde vamos hoy?-dije tendiéndole la mano.
Se quedó pensativa y después se puso de pie.
-Tu sígueme- dijo ella sonriendo.
-Muy bien como ordene la señora- dije.
Corrimos hacia una caseta con muchas bicis y cogimos una doble.
Me empecé a reír.
-¿Enserio? Vas a sufrir, voy a pedalear muy fuerte- dije.
-A ver si el que se va a cansar eres tú- dijo acercándose a mi, que casi podía saborear su boca. Y a continuación se alejó y montó en la bici.
Estuvimos pedaleando por el parque, ya empezaba a cansarme y necesitaba descansar.
-Vale, vale, ganas tu princesa- dije agotado.
Ella miró hacia tras y sonrió.
-Lo sabía- dijo en voz baja.
-¿Que?- pregunté.
-Que lo sabía- dijo gritando.
Se bajó de la bici y me hizo burlas.
-Eres un flojo- sonrió.
-¿Perdona?- dije bajándome y aparcando la bici.
-Ya lo has oído FLOJO- dijo marcando cada sílaba de la palabra.
-Muy bien- miré para abajo y cuando menos se lo esperaba salí a correr tras ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario